“…cuando no sepas que hacer, no hagas nada….”. Observando algo de luz al final del túnel y comenzando a salir, poco a poco, de la gran resaca producida por la llamada “burbuja inmobiliaria”, dejando atrás las consecuencias de sus múltiples daños colaterales. Se va alejando una época donde todo se resolvía construyendo, construyendo mucho, fuera necesario o no, donde construir era un fin en sí mismo.
Ni las diferentes Administraciones Públicas, ni la mayoría de “los agentes intervinientes” han realizado todavía un auténtico “acto de contrición” con su correspondiente “propósito de la enmienda”, mostrando incluso alguna intención de “volver a las andadas”. Sin embargo ha ido apareciendo una nueva tendencia entre diversos sectores profesionales, vinculados, de una manera u otra, al sector inmobiliario, que abogan por “no construir” o construir muy poco. Incluso, un sector más radical propone el desmantelamiento de parte de lo construido, con la reparación del daño causado.
La “no construcción” no debería implicar “no resolver” los graves problemas urbanos existentes ni paralizar la actividad económica, tal vez exija todo lo contrario. Es decir, gestionar inteligentemente los recursos y actuar sobre “lo existente”, sin consumir más territorio ni ampliar hasta el infinito nuestros entornos urbanos. Es probable que sea necesario un cierto decrecimiento creativo.
Durante muchos años cualquier iniciativa que se emprendiera llevaba aparejada una acción constructora. Aunque existieran miles de viviendas vacías, se construían muchas más, en lugar de canalizar la necesidad de accesibilidad a su utilización hacia el excedente existente. Sería impensable, en cualquier otro sector económico, que cuando se tuviera un elevado excedente de un determinado producto, o un stock acumulado, se iniciara una sobreproducción añadida del referido producto.
Aunque existieran muchas oficinas vacías se seguían levantando insostenibles edificios de vidrio en los lugares más insospechados, para acoger a inexistentes empresas. Lo mismo sucedía con los locales comerciales, las naves industriales, los polígonos industriales…… y como no, con los auditorios, más auditorios, muchos auditorios, con los centros comerciales, con inexplicables edificios polivalentes
Un capítulo aparte, que dejaremos para otro día, sería el de “autopistas a ninguna parte”, “los aeropuertos peatonales”, “puentes circulares, a modo de tiovivos”, con los emblemáticos edificios singulares, muy parecidos unos a otros……. Tampoco nos extenderemos hoy con las “Ciudades de la Justicia”, “Ciudades del Ocio” e incluso algún caso disparatado como la contradictoria “Ciudad Digital” que intento acometer un gobierno autonómico.
Volviendo a la nueva tendencia, de la que nos estamos ocupando hoy, es evidente que “urge esperar”. Ahora es el momento de intervenir sobre lo existente, actuar superponiendo capas, resolver nuestros actuales problemas con intervenciones sensatas y responsables sobre lo ya edificado. Lo construido resolvió unos determinados problemas en el pasado, pero con racionales intervenciones que lo adapten, puede servir para satisfacer otras necesidades actuales distintas de las primitivas
Todo lo anterior genera actividad económica, crea puestos de trabajo y sobre todo puede reencauzar a los profesionales del sector hacia la creación y producción de bienes útiles para la sociedad. Es evidente que es mejor dirigir el talento y preparación de los arquitectos, como de otros profesionales, a la resolución de problemas de todo tipo, teniendo lo existente como materia prima, que hacerlos diseñar y producir inservibles artefactos que dilapidan recursos.
…..Y por supuesto, “cuando no se sepa que hacer, mejor no hacer nada”… Con micro intervenciones, con pequeñísimas acciones se pueden conseguir grandes transformaciones, se puede conseguir algo parecido al efecto que producen las enzimas acelerando las reacciones químicas.
Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal
Destacamos, a modo de ilustrativo ejemplo, las hoy valoradas pequeñas intervenciones de los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean Philippe Vassal (ganadores del Premio Pritzker 2021) como la muy conocida propuesta que elaboraron para una plaza en Burdeos. Se les encargó la remodelación de una céntrica plaza y su “embellecimiento”. Lacaton y Vassal analizaron la plaza en profundidad, realizaron varias encuestas entre los vecinos y tantearon varias alternativas. Pero finalmente consideraron que era una bonita plaza, agradable, que funcionaba perfectamente y proyectaron “no hacer nada”, entendieron que era suficiente con podar los árboles, reponer la tierra compactada, modificar la posición de algunos bancos, además de mejorar la limpieza y el mantenimiento. Así lo propusieron y así lo hicieron. El entorno, sin duda, mejoró y los vecinos lo agradecieron.
En la misma línea, Jaime Lerner, el prestigioso arquitecto brasileño, tras ser elegido alcalde de Curitiba, aceptó la propuesta de una Asociación Vecinal, harta de las incesantes obras inútiles iniciadas por aquel municipio, que tantos problemas les causaban, pidiendo que “no se hiciera nada” para mejorar la calidad de vida del barrio. Lerner, con su equipo, adoptó la decisión de “no hacer nada, con extremada urgencia”. Los vecinos agradecieron la decisión municipal. El cese de las interminables obras había supuesto una evidente mejora de la calidad urbana del entorno.
Estas micro intervenciones o propuestas de “no hacer nada” han ido creciendo en los últimos tiempos. Creemos que estos profesionales están haciendo un buen trabajo, serio, riguroso y honesto. Las zonas donde intervienen mejoran sensiblemente con mínimas intervenciones, los vecinos participan, sintiéndose identificados con las acciones emprendidas. Por supuesto, se ahorran muchos esfuerzos y recursos económicos que pueden ser empleados en solucionar otras necesidades más urgentes e incluso aumenta el valor de estas porciones de ciudad.
Sería justo que por todo ello los profesionales cobraran más y se desterrara la idea de que cuanto más caras resulten las obras, más altos serán los diferentes honorarios profesionales y las diversas tasas a abonar. Debería estar mejor remunerado el trabajo de quien además de aumentar la calidad de vida, ahorra recursos económicos y no debería suceder lo contrario, como está establecido, “cuanto más caro, más cobro”. Explicado de otra manera comprensible, la retribución de Lacaton y Vassal deberían ser mucho más alta que la de Calatrava.
En una línea evolucionada de la que hemos expuesto se encuentran, en la actualidad, diversos equipos profesionales, que están trabajando en diferentes puntos de la geografía española. Destacamos a n’Nundo Organización, que no sólo aboga por “no hacer nada”, sino que propone, en determinados casos, el desmantelamiento de parte de lo construido. n’Nundo, en diferentes actuaciones, ha propuesto un “desmontaje activo” que ayude a recuperar paisajes, espacios libres y en definitiva a mejorar la calidad de vida eliminando elementos constructivos perniciosos. Tal vez, sea una adaptación a estos tiempos del “menos es más” miesano.
Finalizando, creemos que se puede “construir sin construcción”, se pueden mejorar nuestras ciudades y nuestro entorno con “pequeñas intervenciones que generen grandes transformaciones”, como realizan las enzimas antes referidas, e incluso se puede construir bienestar desmantelando creativamente lo sobrante. Todo ello, aunque pudiera parecer contradictorio, podría generar actividad económica, abogando por que debiera estar mejor remuneradas este tipo de iniciativas que las encaminadas a construir aparatosos artefactos sin utilidad alguna. En cualquier caso y ante cualquier posible rebrote de la locura, urge esperar.
Francisco Camino | Arquitecto