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INTRODUCCIÓN
Hace unos días asistí al Festival Arquitecturas Deseantes, que tuvo lugar en La Térmica (Málaga), bajo el comisariado de Álex Martín Rod y Alicia Navarro.
La temática de esta primera edición del festival giró entorno a dos ejes principales: el primero de ellos se encargó de analizar las diferentes relaciones de los cuerpos queer con la arquitectura y el segundo permitió vincular estas formas disidentes de habitar con los espacios concernientes al deseo, el divertimento y lo efímero: las discotecas, los espacios flamencos –desde los cafés cantantes a los recintos feriales–, los campamentos gitanos e incluso las ubuya o cabañas de parto del Japón premoderno.
Durante las sucesivos eventos y conferencias se relacionaron de forma diversa estos dos ejes temáticos, inspirándose –según sus coordinadores– en ese ese común marrón que enunciaba José Esteban Muñoz y en la exposición 1000 m2 de deseo, que comisariaron en el año 2016 Adélaïde de Caters y Rosa Ferré en el Centro de Cultura Contemporánea (CCCB) de Barcelona.
LOS JARDINES Y LA PLAYA
El festival se desarrolló principalmente en dos espacios: en las zonas exteriores de La Térmica y en un espacio diseñado especialmente por Pol Esteve Castelló. El primer día las actividades se desarrollaron en los jardines del centro, articulándose alrededor de la intervención titulada Giardini Verbenesco, diseñada por el arquitecto Enri B. Lanzac y el estudio de arquitectura B+M+L. La intervención consistió en un mural que hacía referencia a las formas de habitar los márgenes de los espacios normativos en las ferias andaluzas, aludiendo al baile, al amor y sobre todo al “canalleo”.
La segunda actividad fue coordinada por el artista y docente Eugenio Rivas. Esta consistió en una Merienda en la pradera y se desarrolló entorno a Nos falta calle, una pieza del colectivo Artefacto Social. La actividad se propuso como una merienda colectiva, que sirvió para dialogar acerca de los anhelos de los vecinos de barrios en riesgo de exclusión social como los Asperones, La Palmilla o El Palo.
Las actividades del segundo día se desarrollaron en el espacio diseñado por Pol Esteve Castelló bajo el comisariado de Álex Martín Rod. La instalación, titulada Son más largas las calles de noche que de día, se mostraba como una playa nocturna bañada por una luz morada que aludía a los bajos de La Nogalera: icónico complejo turístico que Antonio Lamela inauguró en 1963 en el centro de Torremolinos para albergar turistas de clase media alta, pero cuyos bajos terminaron dando cobijo –en plena dictadura– a comunidades sexo-disidentes, gracias a la proliferación de locales como el Pourquoi Pas? (fundado el año 1968).
De la arena de esta playa emergían, como si fuesen elementos arqueológicos, fragmentos de infraestructuras de ventilación y saneamiento –equipamientos relacionados con la construcción del confort– y materiales gráficos procedentes de distintas campañas publicitarias sobre la Costa del Sol.
La instalación se completaba con un susurro, que incorporaba diferentes fragmentos La guía secreta de la Costa del Sol (Antonio D. Olano, 1974) y la novela The Drifters (James E. Mitchener, 1971) a un sonido de olas rompiendo en la orilla. El conjunto de estos materiales narraba la historia de la arquitectura del ocio en Málaga, permitiendo hilvanar sus redes afectivas y materiales.
COMUNICACIONES
El paisaje playero acogió las conferencias de Pedro G. Romero, Alicia Navarro, Pol Esteve Castelló, Iván L. Munuera, María García Ruiz y Andrés Jaque, así como los dos debates moderados por Leonor Serrano Rivas que sucedieron a las comunicaciones.
Pedro G. Romero es investigador, comisario y editor. Hace unos meses fue presentada en el Museo Reina Sofía de Madrid una exposición retrospectiva de su trabajo. En su comunicación habló sobre como se están mercantilizando términos como queer o colonial y reivindicó, frente a esta situación, los usos flamencos (gitanos) del espacio, basados más en dinámicas móviles y en la resignificación temporal de los lugares y menos en la posesión de los mismos.
Alicia Navarro analizó las espacialidades flamencas –la feria, el tablao, la romería o los cafés cantantes– a partir de tres figuras: el círculo, el deseo y el disloque. Alicia habló del andar ocioso y de la juerga como formas de sociabilidad disidente, basada en una economía libidinal. Cada una de estas figuras fue introducida por la bailaora Carmen Rocamora.
Pol Esteve Castelló habló sobre el nacimiento de los chiringuitos y las discotecas en la costa catalana –en Platja d’Aro–, así como su proliferación relacionada con el boom turístico.
La ponencia de Pol permitió comprender la evolución de los chiringuitos, concebidos en un principio como espacios abiertos, hacia el formato cerrado de la discoteca y como esta evolución se basó en un principio en el concepto de cueva para evolucionar después a la de “máquina cerrada”, atravesada por tecnologías lumínicas, psicotrópicas y de acondicionamiento de aire, e íntimamente vinculadas con dispositivos relacionados con la circulación de personas, como los aeropuertos o los parkings.
Iván L. Munuera viene trabajando desde hace tiempo sobre como las enfermedades infecciosas pueden ayudarnos a pensar el espacio y la convivencia, con proyectos como Vulnerable Beings en el MAAT de Lisboa, o a su continuación: Criaturas vulnerables, que se inaugurará el próximo 27 de mayo en La Casa Encendida (Madrid).
Munuera analizó la “arquitectura” del SIDA/VIH, asumiendo que esta supera lo construido y afecta a las relaciones que se establecen entre los diferentes actores que la conforman como realidad: el virus, los portadores, los edificios, las regulaciones o los medios de comunicación.
Desde esta perspectiva analizó como el inicio del “urbanismo tecno-espacial” del VIH/SIDA se inició en 1970 –una década antes de que el SIDA alcanzara notoriedad pública– con Hemo-Caribbean, una empresa haitiana especializada en la extracción de plasma sanguíneo.
María García Ruiz nos invitó a modificar ese sujeto vertical (straight) para el que se ha pensado la arquitectura moderna. Para ello propuso sustituir esa geometría por un modelo inclinado que represente la maternidad, los cuidados, los comportamientos desviados y el deseo. A partir de este modelo analizó diferentes casos que tienen que ver con esta “arquitectura de las inclinaciones”: las ubuya o cabañas de parto del Japón premoderno, los campamentos gitanos o las fiestas flamencas.
La última intervención fue la de Andrés Jaque, quien se interrogaba sobre qué tipo de prácticas son válidas en un presente en el que la arquitectura ha sufrido proceso de encarnación/corporeización y en el que –al mismo tiempo– los cuerpos se han “colectivizado, medioambientalizado y dinamizado en composiciones y circulaciones transmateriales”.
Para ello desgranó varios proyectos de la Office for political innovation, como Phantom. Mies as Rendered Society (2012 – 2013), en el que se mostraron los elementos almacenados en el sótano del pabellón Mies van der Rohe de Barcelona con la intención de visibilizar como el edificio, lejos del carácter metafísico que aparenta, está realmente inscrito en un amplio ensamblaje geosocial.
También comentó el proyecto Powers of Ten (2013-2016): un espectáculo operístico que ofrece una reinterpretación (enactments) de conocido film Powers of Ten, de los Eames. Esta reinterpretación añadió narrativas y conflictos que el film original obvió de forma más o menos predeterminada.
Para finalizar Jaque analizó el edificio 432 de Park Avenue, en Nueva York. Según Jaque, el diseño de este edificio –sus acabados minimalistas, su altura y sus amplios ventanales fabricados en cristal hipertransparente– y las campañas de promoción diseñadas por DBOX, permiten detectar políticas que tienen que ver con las crecientes desigualdades sociales en Nueva York.
CONCLUSIÓN
El festival Arquitecturas deseantes se articuló así entorno al trinomio arquitectura, deseo y formas de vida sureñas. Triada que nos permitió reflexionar sobre las potencialidades políticas de los habitares nómadas, las prácticas disidentes y las espacialidades ligadas al deseo, la juerga y el disloque.
Las diferentes comunicaciones permitieron además identificar lo arquitectónico como algo que supera lo construido e incorporar los diferentes actores que afectan y constituyen cada realidad analizada. Lo queer, por tanto, debe ser percibido como lo rugoso, lo marrón o lo torcido; como aquello que impide reconocer cualquier realidad como algo independiente, recto (straight) o neutro. Reconocer y apreciar la agencia de estos actores –sucios, fluidos e indisciplinados– es profundamente político y necesario.
Foto de portada: Jacinto Esteva, Lejos de los árboles (still), 1965. Copacabana Bar. Oriol Maspons and Julio Ubiña. Museu Nacional d’art de Catalunya. © Arxiu Oriol Maspons, VEGAP, Barcelona, 2019.
Antonio R Montesinos
Artista visual, comisario y docente. Licenciado en Bellas Artes por la UPV y Máster en Artes Digitales por la UPF. Su práctica es de carácter interdisciplinar y aborda temáticas relacionadas con el fenómeno urbano, el impulso utópico o la ficción especulativa. Ha publicado en diversos medios y presentado su trabajo en multitud de galerías, ferias e instituciones públicas.