En artículos anteriores he hablado sobre cómo Izaskun Chinchilla, en su libro ‘La Ciudad de los cuidados’ (Catarata, 2020) propone pensar un nuevo modelo para nuestras ciudades. Un modelo que pueda dar lugar a entornos que incluyan no solo al sujeto productivo –tradicionalmente masculino–, sino a colectivos con actividades reproductivas –tradicionalmente femenina– e incluso no productivas –como niños o ancianos–.
Si pensamos en estos parámetros es inevitable pensar en la falta de equipamientos para actividades lúdicas en nuestras ciudades, y también en cómo la imposición de estándares de seguridad han mermado significativamente la creatividad de los actuales diseños de estos espacios de juego, creando lugares completamente normalizados que se repiten en nuestras ciudades una y otra vez.
En un momento como el actual, en el que grandes ciudades de todo el mundo están repensando sus estructuras públicas para alejar los coches de sus centros y habilitando grandes superficies para ser practicadas a pie, quizás sea interesante repensar estos espacios, recordando y analizando diseños pretéritos que ofrecían modelos de esparcimiento menos rígidos.
Este artículo pretende analizar cierta tradición en la creación de espacios lúdicos en nuestras ciudades, así como visibilizar algunos proyectos actuales que pretenden reivindicar el juego por medio de lugares “salvajes” (sin normas): espacios para el placer, la diversión y la experimentación.
Indice de contenidos
Orígenes del playground:
Los parques de juegos o playgrounds que encontramos en la actualidad en nuestras ciudades tienen su origen en los años 40 del S. XX. En esos años las teorías del suizo Johann Heinrich Pestalozzi, perfeccionadas posteriormente por Friedrich Fröbel cambiaron radicalmente la relación entre el juego, la salud y el aprendizaje, incorporando la necesidad de tener en cuenta a la infancia en el diseño urbano.
En el periodo entre guerras estas corrientes se extendieron por Europa, Estados Unidos y Japón, con destacados representantes como Le Corbusier –que consideraba el ocio como una de las funciones básicas de la ciudad– Jakoba Mulder y Aldo Van Eyck en Ámsterdam o Robert Moses en Nueva York.
Jakoba Mulder y Aldo Van Eyck
En los años 40 del siglo pasado la arquitecta y urbanista Jakoba Mulder, quién trabajaba en la Administración Municipal de la ciudad de Amsterdam, estableció una ley que permitía a cualquier ciudadano que identificase un vacío infrautilizado solicitar la construcción de una zona de juegos en él.
Esta ley desencadenó la construcción de más de 700 parques infantiles en la ciudad de Amsterdam entre 1947 y 1978. Estos parques eran diseñados por Van Eyck mediante elementos sencillos como columpios, areneros, barras de acero o piezas geométricas de hormigón.
Debemos tener en cuenta que el desarrollo de los parques de juegos después de la Segunda Guerra Mundial tiene mucho que ver con la generalización del uso del coche. Esto provocó que los niños necesitaran un espacio de juego apartado del tráfico. Por un lado esta situación apartó a la infancia del espacio público, pero los diseños de Van Eyck permitieron establecer un lugar de socialización y aprendizaje.
Estos espacios eran abiertos y ofrecían una revisión de las lógicas compositivas de De Stijl: con dispositivos abstractos que facilitaban la libre asociación y el juego libre, sin reglas preestablecidas. Estas características diferenciaban la propuesta de Van Eyck de otras desarrolladas en la misma época, como las de Robert Moses en Nueva York, que se basaba en la creación de canchas deportivas (juego reglado) y cercas perimetrales.
Isamu Noguchi
En una línea parecida a las de Van Eyck se desarrollaron algunas de las propuesta que el artista Isamu Noguchi desarrolló en los años sesenta. Los proyectos de Noguchi, conocidos como playscapes, consistían en sugerentes superficies continuas que mezclaban el paisaje, la arquitectura y la escultura. Noguchi concebía estas formas para fomentar la improvisación y el juego libre.
“Pienso en los patios de recreo como un manual de formas y funciones; simple, misterioso y evocador; por lo tanto educativo “.
Isamu Noguchi
Noguchi diseñó el Play Mountain –su primer playscape– en 1933, pero nunca se llegó a realizar debido a su complejidad y al elevado costo de construcción. En 1940 creó otro prototipo para el parque Ala Moana, en Honolulu, pero también terminó por no construirse. Desgraciadamente Noguchi no consiguió materializar ni estos proyectos ni otros que diseñó en los años 60 para Nueva York, por lo que sus propuestas han llegado a la actualidad tan solo en forma de maquetas. El primer playscape que completó fue el Kodomo No Kuni (1965), cerca de Toyko. El diseño de Ala Moana fue finalmente construido en Atlanta el año 1976.
Collective Assemble
Si nos trasladamos al presente debemos mencionar eñ Collective Assemble, colectivo ganador del premio Turner, también ha reivindicado los playgrounds diseñados durante la posguerra en uno de sus proyectos. Este proyecto, realizado junto con el artista Simon Terrill y titulado The Brutalist Playground, se presentó en 2015 al Royal Institute of British Architects (RIBA), en Londres.
La instalación recreaba con espuma reciclada una serie de estructuras reales de hormigón que se construyeron a mediados del S. XX junto a unos bloques de viviendas de estilo brutalista británico en Londres. El objetivo del proyecto pretendía reivindicar estas construcciones –ya demolidas– para dar lugar a una instalación en la que los espectadores pudieran experimentar directamente estas estructuras, disociándolas de su materialidad. El RIBA utilizó además la instalación para programar una serie de talleres, eventos y debates sobre la arquitectura brutalista, el juego y la ciudad.
Modelos para una ciudad en la que caben los niños:
Para terminar debemos mencionar el ciclo Modelos para una ciudad en la que caben los niños, que tuvo lugar en la nave Intermediae de Matadero durante el año 2019. El ciclo, en el que participó Iza Rutkowska, el colectivo Aberrant Architecture y Leonor Rivas Serrano, pretendía también reivindicar espacios más estimulantes y accesibles para la infancia en nuestras ciudades.
El primer playground del programa fue diseñado por la artista polaca Iza Rutkowska en colaboración con un grupo de niñas y niños de Madrid. Durante este taller la artista repartió una serie de planos de Matadero. Los niños y niñas debían buscar los animales que se podían ocultar en esos planos, a partir de los cuales se diseñó el espacio de juego.
Aberrant Architecture planteó una instalación inspirada en Aldo Van Eyck llamada Paisaje para el Juego, en la que introducía estructuras con formas y colores que invitaban a los niños y las niñas a experimentar imaginativamente la nave de Intermediae.
Por último se presentó la instalación site-specific Teatro sin fin, en la que Leonor Rivas Serrano homenajea el proyecto ‘The Endless Theatre’ de Frederick J. Kiesler. El proyecto propone un campo de juego que altera la percepción y el espacio físico mediante superficies blandas, reflejos y sonidos, invitando a los niños y niñas a recorrer un laberinto infinito que se deforma en cada estancia y cada reflejo.
Conclusión:
Es curioso como propuestas ya clásicas, como las de Van Eyck o Isamu Noguchi son mucho más ricas y sugerentes que las propuestas prefabricadas actuales. Esto no puede ser más que un síntoma de cómo una franja de edad de la población ha sido desatendida en las últimas décadas. Ahora que se está apostando por hacer nuestras ciudades más practicables ¿por qué no utilizar estas referencias para imaginar un diseño más rico de los espacios lúdicos? Si queremos devolver la vida a nuestras ciudades, los más pequeños necesitan también espacios de calidad, creatividad y descubrimiento.