INTRODUCCIÓN
Gaston Berger, uno de los fundadores de la prospectiva la definía como “la ciencia que estudia el futuro para comprenderlo y poder influir en él”. Si bien este artículo se aleja un poco de la definición clásica de prospectiva, sí utiliza su relación con la imaginación o proyección de escenarios futuros posibles para establecer algunas conexiones entre algunas prácticas relacionadas con la generación de cartografías colectivas y lo que se ha venido a denominar como “diseño ficción” aplicado a lo urbano.
Si cuando hablamos de cartografías colectivas podemos considerar estas como una reapropiación espacial por parte de colectividades específicas, quizás también podríamos hablar del “diseño ficción” aplicado a lo urbano como una táctica de reapropiación urbanística.
GIRO ESPACIAL Y NEO-SITUACIONISMO
Según el geógrafo Edward Soja (2009), durante las últimas décadas –entre los años noventa del siglo pasado y primeros años dos mil– aumentaron de forma significativa las prácticas culturales relacionadas con el espacio, el paisaje, el territorio o la cartografía. A esta proliferación, Soja la denominó giro espacial (spatial turn).
Este giro espacial estaba relacionado con el fin de los grandes relatos históricos (fin de la Historia) y con la consideración del espacio por encima del tiempo. Se basa, por tanto –y siguiendo el pensamiento de Foucault– en pensar que lo social y lo espacial se modelan mutuamente.
Paralelamente a esta proliferación cartográfica se dio lugar, también en los años noventa, una reivindicación de las prácticas de la Internacional Situacionista, probablemente como una reacción al auge neoliberal de las décadas de los años ochenta y noventa.
Estas prácticas, como bien describe Diana Padrón Alonso en Cartografías contingentes: la estética como suma de posibilidades, pretenden hacer visible las relaciones de poder, diagnosticar el espacio social y, en su caso, intervenirlo para revertir dicho modelo”. Muchas de estas prácticas se concretaron en la realización de “contramapas”, que pretendían poner en pie posibles “utopías realizables”.
“La estética contingente de los comportamientos cartográficos reside en la capacidad de sumar posibilidades para construir un nuevo modo de vida, un nuevo tipo de organización, un nuevo juego de acontecimientos o, en otras palabras, una nueva redistribución de lo sensible”.
REAPROPIACIÓN DEL FUTURO
De la misma forma que estas prácticas espaciales estaban relacionadas de alguna manera con las narrativas del fin de la Historia y de los grandes relatos, diferentes propuestas han intentado también reaccionar a esta situación.
Como ya mencionaba en el artículo Arquitectura y ficción especulativa, pensadores como Frederick Jameson o Mark Fisher reaccionan a una situación en la que el capitalismo se ha apoderado de toda visión de progreso, poniendo este al servicio del consumo.
Estos autores, así como otros ligados a políticas aceleracionistas o eco-feministas, proponen utilizar la ciencia ficción y la narración especulativa para plantear alternativas a lo que Mark Fisher denomina realismo capitalista.
En esta línea de pensamiento está –por ejemplo– el diseño crítico, la arquitectura radical (Arquizoom o Superstudio), el diseño especulativo o el diseño ficción.
DEL “DISEÑO ESPECULATIVO” AL “URBANISMO FICCIÓN”
El término diseño especulativo fue introducido por los diseñadores Anthony Dunne y Fiona Raby en los años noventa. Elisabet Roselló, en el artículo Diseño ficción: prototipando futuros deseables, define esta metodología como una herramienta que permite imaginar y explorar de forma crítica las posibilidades de futuro.
Según su artículo, el diseño ficción consigue esto a través del prototipado de objetos tangibles, con una estética concreta y una narrativa implícita. Según Roselló el diseño ficción puede ser una herramienta ideal para pensar y co-crear futuros más idóneos, más deseados.
Dunne & Raby basan su metodología en dejar de imaginar el futuro como un lugar predeterminado, sustituyendo esta visión por una pluralidad de escenarios posibles. Piensan el tiempo como una proyección, en la que el presente se sitúa como un punto que se va ensanchando a medida que se amplían las posibilidades y la incertidumbre.
Definen así varios tipos de futuro:
Los futuros probables, que tienen una gran probabilidad de suceder ya que el conocimiento y los recursos para hacerlos viables ya existen. Pueden ser previstos mediante la estadística o los estudios sociales.
Los futuros plausibles, que –debido a tendencias sociales políticas o económicas del presente– no son tan probables, pero que pueden convertirse en un futuro probable si ocurre un acontecimiento imprevisto.
Los futuros posibles, que serían todos aquellos futuros que en estos momentos no podrían darse lugar en ningún caso –debido a que el conocimiento para que sucedan aún no existe– pero que podría suceder antes de lo esperado si alguna circunstancia acontece (un avance tecnológico, un hecho social o histórico).
Y los futuros deseables: aquellos que –sean probables, plausibles o implausibles– son deseados por la sociedad en general o por un colectivo específico. Estos futuros pueden pasar, en función de la energía y los recursos depositados, a ser futuros posibles y finalmente a convertirse en presente.
Pensar el futuro de esta forma no hace ver que no hay un escenario único de futuro, sino que tenemos cierta «agencia» (capacidad de acción) sobre el porvenir, pudiendo hacer que un futuro deseado por un individuo o una colectividad pueda pasar de deseable a probable. Precisamente esta posibilidad de agencia nos permite vislumbrar una alternativa al denominado realismo capitalista que definía Mark Fisher.
La metodología de Dunne & Raby se basa además en el prototipo diegético, que se define como un objeto o diseño que permite generar una narrativa de futuro. Algunos ejemplos de este tipo de prototipos pueden ser las interfaces gestuales de Minority Report (2002) o las botas autoajustables de Regreso al futuro (1985), objetos de diseño que han terminado generando una realidad en nuestro presente.
Este tipo de prototipos tienen un gran potencial cuando son diseñados de forma provocativa –como un comentario, una respuesta o una solución a una situación actual– ya que nos permiten reflexionar, generar debate o buscar objetivos específicos sobre el urbanismo ficción
CONCLUSIÓN
Imaginemos aplicar este tipo de metodología al diseño urbano y pensemos en las posibilidades que ofrece para vehicular una posible reapropiación de “futuros deseables” por parte de una comunidad. En un momento como el actual –caracterizado por mercantilización de nuestras ciudades mediante la gentrificación y la especulación urbanística– estas metodologías, aplicadas a la planificación urbana, podrían permitir a las comunidades especular sobre posibles ordenaciones del territorio, proponiendo ideas provocativas, que generen debate y “construyan” nuevas posibilidades, siempre desde el deseo.