Política de ciudades y alimentación

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Según la RAE, el término Político (ca) refiere, entre otros, los siguientes significados: «Perteneciente o relativo a la actividad política. Cortés, urbano. Cortés con frialdad y reserva, cuando se esperaba afecto. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado».

Las ciudades tienen un papel complejo y multifuncional dentro del sistema de producción alimentaria, puesto que en ellas se encuentran el sector secundario y terciario de la cadena productiva. Pensamos en las ciudades como grandes centros de transformación de la materia prima, de elaboración, empaquetado, distribución y consumo, pero olvidamos que todo este sistema tiene una estrecha relación y dependencia con el campo, el gran olvidado del desarrollo sostenible.

El campo es también un ecosistema desde el punto de vista de las relaciones que establece con las comunidades, las ciudades, las organizaciones y las empresas, todo en el marco de un sistema económico. No podemos hablar de ciudad sin pensar en los sectores de producción que la sostienen, como tampoco podemos hablar de sostenibilidad sin considerar que la alimentación es uno de los pilares de nuestra sociedad.

El término sostenibilidad suele estar relacionado comúnmente con el medioambiente, la alimentación y el consumo, pero este concepto permea todos los ámbitos sociales. Es por esto que la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definió 17 objetivos representativos de las principales urgencias mundiales en distintas esferas de acción.

Una de las cuestiones básicas es que estos objetivos están relacionados entre sí, y por utópico que pueda parecer, el proceso para alcanzar las metas supone engranar acciones en todos los objetivos de forma trasversal. El objetivo «Hambre cero» está relacionado con el objetivo «Fin de la pobreza», pero para alcanzar estos hay que trabajar en otros objetivos. Si pensamos en la ciudad como parte del engranaje para el desarrollo sostenible en relación a la alimentación, uno de los focos de acción está en el objetivo «Ciudades y comunidades sostenibles».

Ciudades y soberanía alimentaria: la alimentación es política

No somos conscientes de la relación que establecemos con los alimentos, tampoco nos detenemos a pensar por cuáles procesos pasan y cómo llegan éstos al mercado. La alimentación es una industria, pasamos de ser recolectores a crear un complejo sistema de producción que compromete la existencia de los ecosistemas. Hay una relación inquebrantable entre los ecosistemas y los sistemas productivos, una dependencia vital para las actividades económicas y el mantenimiento del sistema urbano.

Después de los campos, las ciudades tienen un papel importante en la cadena de producción, distribución y consumo, pero no hemos llegado a compatibilizar productividad con un impacto positivo.

La soberanía alimentaria es un concepto introducido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que refiere «la capacidad de cada pueblo para definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a objetivos de desarrollo sostenible y seguridad alimentaria»[1]. Los alimentos son parte de la soberanía nacional, por lo que el consumo de productos locales debe fomentarse por encima de los globales. La localización agroalimentaria activa la economía de la agricultura local y de los pequeños agricultores, esto favorece a los integrantes más pequeños del sistema productivo, que son los agricultores de las comunidades y de las poblaciones cercanas a las grandes ciudades.

Es una dimensión de varias escalas productivas que determina también las formas de distribución de productos, que interviene en la relación comercial con las ciudades y en las formas de acceder a ellos. Hay una trama a seguir que va desde un huerto cercano a una ciudad, pasa por el mercado de a pie y determina la forma de trasporte y movilidad. El poder económico de las ciudades determina la economía de las comunidades más pequeñas y la microeconomía de muchas familias, pero también las formas en que se trasporta y distribuye la mercancía.

imagen libro quien alimenta

Pero, «¿quién alimenta realmente al mundo?»

El título es una invitación sugestiva tomado del reciente libro de la Dra. en física y activista Vandana Shiva, quien nos muestra la otra cara del sistema de producción de alimentos, una referencia imprescindible basada en datos de su propia experiencia, tomados del trabajo en distintos contextos, realidades. Su reflexión reivindica la urgencia de recuperar los valores de la agroecología, lo que en esencia es la forma de vida de miles de personas que han desarrollado ésta actividad de forma sostenible y en equilibrio con los ecosistemas.

Los temas claves y recurrentes en su discurso son: la biodiversidad, la libertad de las semillas, los suelos fértiles, los agricultores, los polinizadores y las mujeres; todos elementos necesarios para el cambio de paradigma alimentario.

Con base en datos, estudios científicos y vivencias personales, Vandana Shiva pone en evidencia la dominancia del paradigma de la alimentación industrializada y cómo éste ha ido derribando, progresivamente, sistemas agrícolas tradicionales. La autora nos recuerda que los alimentos son vida y la fuente que la sostiene, así que las formas de producirlo deben responder a procesos que no perjudiquen la calidad de los cultivos, la salud de las personas y de los ecosistemas.

Vandana denuncia verdades incómodas y realidades controvertidas, algunas como el daño que produce el uso de pesticidas a los ecosistemas, los intereses económicos que priman en la industria de los transgénicos relacionados con el monopolio de las semillas, y el mito de la productividad de los monocultivos que incide en la destrucción de la biodiversidad. Nos documenta también acerca del impacto negativo del modelo globalizado sobre las prácticas agrícolas a pequeña escala, que son las formas de sustento y alimentación de millones de personas en el mundo. Uno de sus argumentos base es que la agricultura industrial, al contrario de lo que se suele pregonar sobre su alta productividad, causa más hambre, más riesgos ecológicos y menos sostenibilidad alimentaria.

La alimentación es parte de un proceso natural basado en un sistema biodiverso que involucra varios agentes: polinizadores, fertilidad de los suelos, recursos hídricos, animales, especies de plantas y semillas, así como las personas que cultivan la tierra con sus sistemas de microeconomía. Todos estos conforman un equilibrio esencial que ha sido boicoteado por la industrialización de la agricultura, la que busca sólo beneficios económicos. Las autora asegura que un cambio de paradigma es posible si volvemos a los principios tradicionales de la agroecología.

La “ruta hacia el progreso” no es más que reconocer que somos parte de un sistema vivo y biodiverso que se ha basado ancestralmente en la “Ley de la Devolución”, que determina una relación justa entre los ecosistemas y la actividad agrícola. Ésta ley es la que permite establecer relaciones de comercio justo entre consumidores y productores; es el principio de la agricultura ecológica, la que respeta los sistemas biodiversos de cultivos mixtos y las relaciones simbióticas entre el agua, el suelo, los animales y las plantas.

¿Cuestión de política?

Las ciudades somos todos, sociedad civil, instituciones, gobierno, entes públicos y privados, hacer política se trata de la suma de acciones. Es cierto que decir política supone un extenso y complejo de ideas, decisiones y hechos. Sin embargo, se puede puntualizar en operaciones clave para alcanzar —al menos— los objetivos pautados para el 2030.

Para los objetivos que buscan erradicar la pobreza y llevar el hambre a cero se deben aplicar políticas que protejan los derechos y la soberanía de los pequeños productores y agricultores. Si queremos ciudades y comunidades sostenibles hay que integrar la visión de territorio en la búsqueda de conectar las zonas rurales con las ciudades. Y ¿qué hay del potencial de los espacios verdes para la agricultura urbana?, sabemos que las ciudades verdes son necesarias tanto para aumentar la calidad del entorno como para mejorar el estilo de vida de las personas.

Hacer política desde lo colectivo es una actitud que exige ser conscientes de cómo se ha producido lo que consumimos, usamos y habitamos, esto nos lleva a la búsqueda de la coherencia, un proceso que nos desvela el gran reto de superar las contradicciones de nuestro sistema socioeconómico.

Sabrina Gaudino Di Meo | Arquitecta

@gaudi_no

Nota:

  1. Soberanía alimentaria, recuperado en: https://es.wikipedia.org/wiki/Soberan%C3%ADa_alimentaria