Perder la casa

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Belleza

  1. f. Cualidad de bello.
  2. f. Persona o cosa notable por su hermosura.

La belleza suele brotar de manera añadida -muchas veces es un efecto del propósito- de la función. Una motocicleta está hecha con un propósito; la movilidad, no obstante, es un objeto bello. Podríamos decir que es una escultura, la belleza de esa escultura “motocicleta” es un valor añadido que nunca viene mal, y que le proporciona una cualidad que siempre tiene que ver con la contemplación, puesto que la belleza propia de esa escultura es valorada sobremanera, cuando su función primigenia no está activa. 

Es decir, que la belleza propia de la moto la valoramos más, o de forma directa, cuando está aparcada.

Función

  1. f. Capacidad de actuar propia de los seres vivos y de sus órganos, y de las máquinas o instrumentos.

La función nos absorbe, casi como confirmando una ansiedad por hacer, andar, convencernos a nosotros mismos de que rompemos el estado de quietud y “tiramos pa’lante”. Tal vez venciendo el temor a quedarnos quietos, congelados, como aparentando que ‘no pasa nada’. Hasta aquí todo esto cuando manda nuestra voluntad.

Pero ¿y cuándo no lo hace?

Contemplación

  1. f. Acción de contemplar.
  2. f. Consideración, atención o miramiento que se guarda a alguien.
  3. f. pl. Miramientos que cohíben de hacer algo.

Muchas de las definiciones de arte conllevan el argumento de que no puede tener una función útil. Por ello, conceptualmente deslindamos la posibilidad de la función de manera conjunta al acto de entender el objeto como bello. Probablemente, esa es justamente una provocación a la contemplación intencional.

Absorto, ta

  1. adj. Admirado, pasmado.
  2. adj. Entregado totalmente a una meditación, lectura, contemplación, etc.

Hay un nivel de deslumbramiento de la belleza en que cuando somos presa de ella, nuestra capacidad de reacción se pasma: nos quedamos absortos e inmóviles, en una condición de deleite que no necesariamente tiene que ver sólo con la belleza, sino que tiene más bien que ver con una incapacidad de la condición humana para reaccionar. 

Nos paralizamos, quedamos estupefactos. Palabra que comparte su raíz etimológica con  estúpido. Es el verbo en latín “stupere”, que literalmente quiere decir quedarse paralizado, aturdido, con una falta de movilidad… Tiene que ver con una escasez de salida, que en inglés se traduce como “exit”, que viene del latín “exitus”. 

Quien se queda inmóvil no tiene salida.

Esto, psicológicamente, a su vez tiene que ver con la potencia del deslumbramiento: nos quedamos atónitos en tanto en cuanto no tenemos una salida ante lo que vemos. Esa ausencia de salida es, a su vez, una falta de repertorio visual. Nunca hemos estado al frente de las imágenes que vemos, la/las imágenes nos son inverosímiles. Pero ¿es posible, a día de hoy, decir que no hemos visto algo cuando nuestro repertorio visual proviene de una exacerbada sobreestimulación de imágenes que, de una u otra manera, nos han permitido ver todo lo imaginado?. 

Hemos visto a King Kong trepando el Empire State; hemos visto la invasión de Irak en directo; hemos visto al “Perceverance” llegar a Marte… Verlo, lo hemos visto todo, pero no con una conexión emocional.

A diario, nos enteramos de catástrofes naturales y/o artificiales de dimensiones variadas; cada telediario, semana sí y semana también, nos acerca el dolor de los damnificados, pero los vemos distintos, los vemos lejanos, y eso nos hace pensar que aquí no puede pasar lo mismo.

Las imágenes solo pueden ser sentidas cuando tenemos una conexión emocional.

El 19 de septiembre del 2021, en el paraje cabeza de vaca, en La Palma, empezó una erupción que día a día llegó hasta los 81, en los que asistíamos a imágenes dantescas de la naturaleza devorando casas. Los sentíamos cercanos, los sentíamos “de los nuestros”, pero tampoco nos dolía, porque también estaban lejos, geográficamente. 

No obstante, la proximidad, en este caso de un reconocimiento “nacional”, nos permitía saberlos más cerca. La tragedia tenía algo particular que tenía que ver con la cronología, la narrativa. Generalmente, las catástrofes suelen ser repentinas, pero en La Palma lentamente era una muerte anunciada: veíamos como poco a poco la lava iba advirtiendo hacia dónde crecía y cuáles serían las siguientes víctimas. 

Esas personas que lo narraban en directo eran víctimas y testigos de manera advertida y en tiempo real de la aniquilación de “su casa”.

Es entonces cuando esas personas, viviéndolo en primera persona, conectaban afectos, sentimientos, recuerdos e identidad frente a la imagen dantesca de la destrucción. Minuto a minuto, pasar del todo a la nada en instantes. Es entonces cuando sabes que sí, qué es contigo, que te ha tocado. 

¿Pero qué es la casa?

La casa es bastante más que una propiedad: la casa es el lugar de la familia; el vínculo por antigüedad y germen primigenio de sociedad. 

La casa es el lugar fundado del amor, de la forma de relación que nos ha permitido constituirnos como sociedad. 

La casa es el territorio del fuego del bien. 

La casa es el centro de encuentro entre los afines no escogidos. 

La casa es el techo, símbolo fundamental de los derechos y de la protección. 

La casa en gran medida es el símbolo relevante que se contrapone a la barbarie.

Quien pierde la casa, lo pierde casi todo. Lo que te queda es solo la voluntad, que puede ser todo o nada. La voluntad de volverse a levantar. 

En algunos entornos, las casas están aseguradas. Las estadísticas del primer mundo hablan de un 70 %, mientras en el tercer mundo tan solo una de cada 5. Las aseguradas casi siempre están atadas a la obligatoriedad de un crédito. Una vez terminado, en su mayoría, no permanecen aseguradas. Pero todo esto tiene que ver únicamente con lo material, lo recuperable. 

Lo más sensible, los afectos, recuerdos, todos esos trocitos de identidad de las personas, son material altamente sensible y también es material de trabajo de los arquitectos. Todo eso está muchas veces en nuestras manos.

Imagen: La casa del autor, luego de un incendio el 5 de febrero del 2022

Imagen: La casa del autor, luego de un incendio el 5 de febrero del 2022