Los límites de lo cotidiano

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La definición de límite refiere una acción que divide el objeto de forma simbólica o física, pero al mismo tiempo implica una tensión entre dos objetos, el que establece el límite y lo que se divide.

El objeto puede ser territorial, geográfico, político o legal; también puede referirse a los cuerpos, a facultades, acciones, espacio, recursos, derechos… Los límites funcionan como barreras en cuanto a forma, uso y percepción, pero son más tangibles desde el punto de vista físico y espacial, sobre todo cuando hablamos de territorio o de un elemento que establece una separación, como las fronteras o los muros. Sin embargo, un límite simbólico tiene connotaciones más amplias cuando refiere cuestiones culturales, aquellas relativas a los recursos, la política o los derechos, en estos casos las barreras simbólicas pueden ser más difíciles de traspasar que las físicas.

Los limites en el entorno urbano definen las estructuras territoriales en cuanto a forma, extensión y categoría. Por ejemplo, el límite entre un espacio público y uno privado, abierto o cerrado, interior o exterior, lo que a su vez determina las actividades y relaciones en los distintos fragmentos delimitados. Los límites sobre el territorio tienen repercusión en lo social, pero son al mismo tiempo una construcción cultural, económica y política. Esto supone una interacción con las actividades en los espacios de encuentro colectivo y una permanente tensión entre la regla y lo reglado, la norma y la normalización de lo controlado.

Los límites son formas de control y tienen la capacidad de transformar física o simbólicamente el objeto, éste puede ser diverso como ya os he mencionado. Cualquier acción está sujeta a un control, bien desde la observación, experimentación o modificación del entorno o del objeto,  hasta los distintos instrumentos de regulación.

La cotidianidad está repleta de límites de muchos tipos, pero muchos pasan desapercibidos o nos acostumbramos a ellos sin posar una mirada crítica sobre estos. Los limites tienen distintas escalas, por ejemplo, sabemos que los recursos del planeta son limitados, pero en la dinámica de explotación, producción y consumo damos por descontado que los límites no existen; aquí las barreras son difusas, ilusorias y engañosas.

Los límites territoriales o geográficos parecen diluirse en una globalización económica y tecnológica, pero se hacen visibles con las prohibiciones. Las mercancías tienen libre paso por las fronteras, para las personas es distinto, según el origen los pasaportes no siempre garantizan la libre movilidad. Asumimos que tenemos límites en las demarcaciones municipales y estas representan el control que se tiene sobre el espacio y las personas.

En la escala doméstica como la vivienda o los espacios de trabajo la organización del espacio para la distribución de actividades constituye un mapa perfectamente ensamblado para limitar acciones según funciones.

Límites geográficos, políticos y sociales.
Límites geográficos, políticos y sociales. “Play can be an act of resistence”. Instalación de columpios en el muro fronterizo entre México y Estados Unidos, por el estudio de arquitectura Rael San Fratello.
Fuente imagen: TexasMonthly

Los límites tienen implicaciones y repercusiones, pero pueden ser infringidos y a veces superados o incluso extendidos. «En la actualidad, el océano ya no constituye una frontera absoluta. El límite de las aguas territoriales se extiende cada vez más con el deseo de los estados de controlar zonas de pesca y áreas petrolíferas. (…) Lo característico de la Modernidad ha sido, como ya hemos visto, hacer avanzar los límites en todos los ámbitos». [1]

De los límites espaciales a los corporales

La “nueva normalidad” en la pandemia del Covid-19.
La “nueva normalidad” en la pandemia del Covid-19. iSphere, la propuesta de Plastique Fantastique
de un dispositivo de protección individual como alternativa a la mascarilla.
Fuente: Plastique-Fantastique

Con la llegada de la pandemia del Covid-19 hemos implementado nuevos límites para contener el contagio: cuarentena, distancia social o física, implementación de dispositivos de protección individual, elementos que suponen una barrera física pero también psicológica y social.

Como seres sociales comprobamos la dificultad de cumplir ciertas normas de distanciamiento, sumado al hecho de que no estamos preparados para abordar semejante desafío cuando se trata de mantener las distancias en espacios abiertos y de concentración de masas. En calles, plazas y parques, terrazas de restaurantes y bares, la tendencia de las personas es a mantener contacto, acercarse, romper límites que aún no se tienen interiorizados ni asumidos. Muy distinto, por ejemplo, cuando determinados tabúes sociales que son parte de la cultura o de la ideología producen un determinado rechazo acompañado de distancia social.

Con la pandemia se han añadido nuevos elementos en la imagen de nuestra cotidianidad, muchas con carácter distópico, como cascos burbuja, cascos purificadores de aire, pantallas de plexiglás en mesas de bares y restaurantes, recintos de plexiglás en la playa, señalizaciones y acotamiento de zonas o espacios de espera. Empezamos a asumir nuevos límites, quizá temporales, pero que supondrán la redefinición de muchos espacios de uso público, de actividades y de formas de relacionarnos con estos.

Propuesta de Nuova Neon Group para respetar la distancia
Propuesta de Nuova Neon Group para respetar la distancia social en la playa. Fuente imagen: HUFFPOST

El intento de crear una atmósfera de relativa seguridad supone una redefinición de medidas, costumbres, formas de relación, disposiciones y emplazamientos en distintas escalas de lo social, físico y espacial. En lo social, muchas formas de relación y costumbres están sujetas a restricciones de contacto, al uso de dispositivos de protección individual y colectivo. En consecuencia, los aspectos físicos y espaciales de nuestro entorno también se modifican para cumplir con la distancia de seguridad y se integran nuevos elementos de protección. En esta nueva normalidad, posiblemente temporal, la imagen de nuestro entorno parece distópica con la inclusión de elementos que configuran nuevos límites físicos y espaciales.

Nuestro entorno es un constructo humano, artificial, hecho a imagen y semejanza de nuestra forma de ver, pensar y actuar. Es el reflejo de nuestros deseos y costumbres, es siempre menos natural y más político.

Los límites siempre han existido, pero adquieren significado en relación a lo que están asociados. Son parte de nuestro entorno y los hemos construido también a semejanza de ideologías y culturas, aunque la mayoría de veces estemos en contra de estos. Los límites son la construcción de nuestras propias contradicciones, revelan los ocultos opuestos, las desigualdades, la ilusión de la norma y el poder del control, pero al mismo tiempo ésta tensión nos incita a redefinirnos constantemente, a replantearlos, extenderlos o superarlos.

Distopías que se van asumiendo como parte de lo cotidiano: Plastique Fantastique y “la nueva normalidad”.

Distopías que se van asumiendo como parte de lo cotidiano: Plastique Fantastique y “la nueva normalidad”.

«El problema es que todo límite, toda norma es arbitraria y que las fronteras son siempre inciertas. Hay límites que no deben franquearse, pero aún así sería necesario conocerlos». [2]

Sabrina Gaudino Di Meo | Arquitecta | @gaudi_no

Notas:

  1. Latouche, Serge. (2012). Límite. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora
  2. Ibídem

Sabrina Gaudino Di Meo

Arquitecta con especialización en urbanismo, paisaje, gestión y edición editorial. Actualmente se desempeña en el campo de las reformas y la gestión.


También se dedica a la investigación en el campo de lo urbano, la ciudad, la movilidad, el espacio público, el paisaje y lo social; colaborando como divulgadora, co-editora y corresponsal en diversos medios digitales.