La Aldea

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La despoblación del campo es una preocupación habitual respecto a las transformaciones sociales de las formas de habitar y de los sistemas de producción. Asegurar la sostenibilidad de las ciudades pasa por asegurar la sostenibilidad del medio rural. Pero, ¿es posible una vida contemporánea, con las mismas oportunidades y comodidades que en la ciudad, en el medio rural?

Hace poco, desayunando con un campesino en uno de los distritos más pobres del sur del Perú (Ccorca), me decía “Yo viví en Lima unos años, estudié fuera, pero no me gustaba… yo soy de aquí del campo, y aquí quiero vivir. Yo quiero vivir en el campo, pero como vivo en la ciudad, no quiero tener que vivir peor, y por eso lucho”. Aderli, así se llama, se está dedicando a recuperar variedades locales de papa autóctona, y a viajar una vez a la semana a la ciudad para contactar con buenos restaurantes que sepan apreciar su producto. Está movilizando a otros campesinos a que recuperen sus conocimientos propios y emprendan un negocio colectivo basado en la producción local y ecológica. “Ahora tengo un ordenador y estoy documentando todo. Si tuviera email…”

Estas problemáticas y situaciones diarias no son muy distintas de las que nos encontramos en España, y buscar ejemplos y casos de éxito que demuestren que es posible es posible esa coexistencia, y esa sinergia campo-ciudad, es necesario. Unos meses atrás, en una clase con Yayo Herrero, nos comentaba: “Mira Madrid. En Madrid no se produce nada que sirva para estar vivo. Y millones de personas se mueven cada día para vivir y trabajar aquí. Los modelos urbanos son extremadamente vulnerables… es cierto que la ciudad compacta es un modelo de ciudad sostenible, sí, frente a la ciudad dispersa; pero la invisibilización y dependencia del medio rural es brutal. Sería más lógico hablar de un modelo regional”.

Buscando modestos ejemplos de activación del medio rural que aseguran una independencia para garantizar la permanencia, necesarias hasta que asentemos un modelo de desarrollo con metabolismo regional, me topé con el caso de “Sende”, un alojamiento y oficina en una vivienda popular de un minúsculo pueblo de Orense. La historia de este espacio y la del pueblo, Senderiz, merecían ser contadas en primera persona, por lo que entrevisté a Edo Sadikovic (Serbia), cofundador, junto a María Rodríguez (Galicia), de Sende:

¿Qué os llevó a Senderiz? ¿Por qué os quedásteis?

Tres elementos. Primero, la Idea de tener una “casa mundial”, donde la gente va a reunirse, a convivir y a crear, en un lugar remoto. En segundo lugar, el apoyo a la comunidad local, y también una obsesión por los espacios abandonados. Gracias al internet en el medio rural, estos elementos se encontraron. Podíamos venir aquí, y crear proyectos con resultados iguales a los que obtendríamos en una ciudad.

La aldea de Galicia (en general) se queda despoblada, las oportunidades se buscan fuera, y sólo queda gente jubilada y algunos pequeños oficios y negocios.

¿Cómo era el pueblo antes de vuestra llegada? ¿Cómo se conectó el proyecto Sende con la población local?

En Senderiz encontramos nuestro hogar, que estamos compartiendo con gente creativa, innovadora y emprendedora de todo el mundo. Hemos creado un espacio coliving & coworking en la aldea de 20 habitantes. Es una aldea de muchos emigrantes que vivían en Francia y Suiza, entonces, después de dar un paseo por ella, se puede ver quien estuvo trabajando afuera y luego construyó una casa con materiales que no encajan mucho a esta zona… La mayoría de otras casitas y palleiros están construidos de piedra, y estas casas siguen abandonadas.

El equipo de Sende, junto con familiares, amigos y colaboradores, ha intentado recuperar algunas casitas de piedra. Hemos creado espacios creativos donde la gente puede venir a trabajar, crear y innovar. Hemos llevado un proceso de adaptación con vecinos, porque nosotros éramos los que teníamos que encajar en la rutina de pueblo, y poco a poco hemos creado grandes amistades con nuestros vecinos que llevan aquí toda la vida. Nos consideramos parte de este pueblo y vecinos, nos ayudaron a sentirnos así.

¿Cómo es vuestro modo de habitar Senderiz? ¿En qué se sustenta emocional y económicamente vuestra estancia?, y ¿quiénes son vuestros coworkers y compañeros de hogar?, ¿qué reciben de Senderiz y de Sende?

Trabajamos con emprendedores y nómadas digitales que vienen aquí a trabajar, con artistas y creativos que vienen a dibujar, escribir y diseñar y con educadores que organizan junto con nosotros seminarios y formaciones.

Estamos empezando a vivir en el mundo de deadline (fecha límite) que está diréctamente conectado con la presión, el ruido de las ciudades y la búsqueda de energía creativa. Por esta razón, Sende está optimizado para apoyar a gente que crea y trabaja libre, que llega a su fecha límite mientras disfruta el proceso. Por eso hemos acogido a gente de 46 países de mundo en menos de 4 años de trabajo. En nuestro próximo evento vamos a recibir al equipo de Mozilla, que van a trabajar con nosotros en una campaña sobre copyright online. Y nos encanta trabajar en los proyectos que pueden hacer grandes cambios en las comunidades y en el mundo.

¿Cómo ha afectado vuestro modelo de habitar el pueblo?, ¿ha cambiado algo, se ha transformado?

Cuando tenemos eventos con 30 personas, estamos duplicando la población de la aldea. Y claro, todo esto llama mucho la atención a los lugareños, que ya están acostumbrados a ver nueva gente. La interacción entre ellos es increíble, y creo esta es la mejor aportación que podríamos dar. Creo que hicimos un impacto bastante grande aquí en la zona, pero también tuvimos bastante repercusión en toda Europa (gracias a los medios), y mucha gente nos escribe con comentarios de que están empezando a revalorar sus aldeas gracias a proyectos como éste.

¿Hay algo sin lo cual vuestra presencia, forma de vida y trabajo en Senderiz no sería posible?

Claro que sí. Éramos pioneros en el mundo de coliving rural, y gente que ha vuelto a la aldea, pero no para vivir del ganado o de campo. Volvimos a la aldea con internet, tecnología, estrategia y modo a hacer el cambio. Gracias a esto, estuvimos apoyando muchos espacios de coliving rural que se abrieron en últimos dos años en todo el mundo.

Pienso que María y yo entramos en esta aventura con muchísima energía y determinación. Probablemente era mucho más fácil estar en cualquier ciudad y buscar el trabajo, pero los resultados que hemos creado aquí (impacto de ver una solución para aldeas) y el cambio que hemos producido en la gente que nos ha visitado es increíble.

¿Crees que es posible una vida contemporánea en entornos rurales poco habitados o aislados?

Claro que sí. Senderiz está muy aislada. El otro día, el señor que trajo el correo de Amazon me ha preguntado: “¿Y por qué terminaste aquí, tan lejos?”. Viviendo en Senderiz, nosotros viajamos frecuentemente por todo el mundo (3 aeropuertos  están a 1:30h y 2h de aquí.) Orense, capital de esta zona y centro de estudiantes, está a sólo 45min de nuestro hogar en el bosque. Al mismo tiempo, la mayoría de mis amigos de Madrid y Barcelona están viajando por lo menos 1h en dirección a su trabajo, para que puedan ganar dinero para pagar su piso, y esto es un cambio grande que nuestra sociedad tiene que entender.

Es posible diseñar una vida contemporánea en entornos rurales pero para esto hace falta gente. Es cierto que a nosotros nos falta un poco de cultura urbana, pero esto lo complementamos con gente increíble que nos visita, y con viajes. Cuando vienen dibujantes, actores, músicos, organizamos muchas actividades culturales que complementan esta falta.

Repensar los entornos rurales sin menospreciar el trabajo del campo, ni despojarlos de las facilidades actuales, las telecomunicaciones, conexiones con transportes, y posibilidades educativas, es un debate que debería estar contantemente sobre la mesa, como lo está el repensar el desarrollo de la ciudad hacia un modelo más sostenible e inclusivo. Hablemos de modelos regionales, y no sólo de modelos urbanos.

Ana Asensio | Arquitecta