En esta primera entrega de Arquitasa_TALKS, Ana Asensio entrevista a Fermín Blanco: creador de Sistema Lupo y arquitecto especializado en infancia y tecnología.
Ana: ¡Buenos días, Fermín!
Fermín: ¡Buenos días, Ana! ¿Qué tal?
¡Muy bien! Estamos aquí en las Arquitasa_TALKS, en la primera, de hecho, que versa sobre conversaciones con más valor en torno a temas relacionados con la arquitectura: tratando de dar de vuelta a la sociedad una serie de ideas que puedan aplicarse para mejorar un poco la vida de todos.
El tema de esta primera sesión es “La ciudad como espacio de aprendizaje”, que es un tema que tú manejas muy bien.
Por presentar a Fermín, para quien que no lo conozca, es arquitecto por la Universidad de Valladolid y Doctor arquitecto por la Politécnica de Madrid. Fundaste tu propio estudio con Sistema Lupo y llevas muchísimos muchísimos años trabajando en torno a la interacción entre arquitectura, ciudad, docencia, infancia y espacio educativo, etc. Primero me gustaría preguntarte:
Indice de contenidos
- 1 ¿Cuál es para ti el vínculo entre arquitectura, ciudad e infancia?
- 2 Supongo que el propio trabajo del Sistema Lupo y de todas las intervenciones que vosotros vais haciendo también ha ido evolucionando, ¿Cómo lo ha hecho?
- 3 ¿Es el aprendizaje y el juego también para el adulto?
- 4 ¿Cómo integrar a los propios padres en el juego?
- 5 ¿Cómo se puede integrar a la infancia con voz propia en esa conquista urbana?
- 6 Mestra de Obra. ¿Nos podrías hablar un poco de cómo es el proyecto de transformación de los centros educativos a través de la participación de los propios niños en el diseño de su espacio?
- 7 Una de esas intervenciones en colegios es en el CEIP Ortigueira.
- 8 ¿Cómo pueden ser esas conexiones que hemos visto que están faltando entre los espacios de juego?
- 9 ¿Cómo crear espacios para la adolescencia en la ciudad?
- 10 ¿Qué crees que aporta más valor a ese proceso de aprendizaje?
¿Cuál es para ti el vínculo entre arquitectura, ciudad e infancia?
A veces cuando tratas de definirte o tratas de definir el trabajo, o cuando alguien te presenta, me hacen saber lo difícil que es a veces presentarme. A veces me dicen “parece que vives en un circo de tres pistas o de seis” porque es cierto: sin haberlo proyectado ni pensado, en mi trayectoria, me he ido metiendo en sitios diferentes. Y yo, sin embargo, los he tratado siempre con mucha naturalidad. Siempre los he visto relacionados desde el principio: desde el estudio más convencional a la parte pedagógica, a la parte relacionada con la infancia, a la parte social y comunitaria, a la parte teórica (como profesor de construcción en mi caso en la universidad), pero también como divulgador a través de cursos.
Al final, considero que son parte de lo mismo. En ese binomio, en un momento dado, se estableció un vínculo entre arquitectura de infancia y arquitectura pedagógica, para mí, unido al campo del urbanismo el campo de la ciudad; porque la ciudad, o el territorio en sí mismos para mí tienen un componente de aprendizaje muy grande y un componente lúdico porque luego en mitad de todo esto como estrategia siempre está el juego y el humor (que es que es fundamental).
Nosotros, a través de la práctica, lo que hemos ido viendo es la potencia que tiene el espacio que nos rodea como componente pedagógico y cómo utilizar este componente pedagógico en nuestros proyectos es decir es un camino de ida y vuelta.
Tan importante es para nosotros en el territorio lo que nos rodea como lo que podamos hacer a través de procesos participativos de ida y vuelta para proyectar.
Cuando montaste Sistema Lupo, empezó un poco como un producto del diseño industrial: juego, piezas, etc. Pero lo que se genera en torno a eso, al final, son unas dinámicas: como que la pieza de ese juguete es un catalizador para que suceda en otras cosas.
Supongo que el propio trabajo del Sistema Lupo y de todas las intervenciones que vosotros vais haciendo también ha ido evolucionando, ¿Cómo lo ha hecho?
Todos los proyectos deben evolucionar, sino serían una “cosa” estática. Sistema Lupo realmente nace como lo que tanto se pide en la universidad: que es ese compromiso y esa transferencia de conocimiento científico hacia la sociedad.
Sistema Lupo, cuando nace, al principio es a través de mi tesis doctoral; cómo explicar al público, a través de las exposiciones que estábamos, temas tan técnicos como el postesado, los puentes, la prefabricación, la ingeniería, etc.
Y lo primero que se me ocurrió fue comprar cajas de marisco del puerto y trabajar con aquellos módulos. Cuando vi que aquello se me quedaba corto porque, por formas, necesitaba piezas especiales creamos un juguete de un set de piezas, de gran formato, que fuese fácil de combinar, fácil de aparejar, inocuo, ligero, para que los niños pudiesen construir.
Ahí fue cuando nos dimos cuenta del potencial de la gran escala, del acto de construir como acto de crecimiento, y la capacidad que tenía el juego y ese material manipulativo de gran escala, que por tanto era cooperativo (porque los retos no podía hacerlos un solo niño)
Nos dimos cuenta del potencial que tenía de transmitir conocimiento, que podía estar ligado a la arquitectura o podía estar ligado a cualquier otro tema. Esa parte del conocimiento cada vez fue ganando más y más y más terreno hasta que ya las piezas ya dejaron casi de tener tanto peso en las didácticas y ya entró pues pues la didáctica en su pleno apogeo.
Ahora mismo, Sistema Lupo, es más conocido por las intervenciones en arquitectura escolar que por las piezas originales y que el proceso constructivo.
Al final de una convocatoria en sí misma ¿no? imagino que con los niños, que la curiosidad le mueve totalmente, esa convocatoria de lo colectivo se hace de manera muy fluida y muy rápida.
Construir algo, todos aquellos que hemos tenido la suerte de construir algo (es decir de pasar de la teoría a la realidad) es un acto mágico: es una maravilla cuando uno por primera vez de su proyecto hecho realidad.
Yo, que soy muy amigo de las maquetas físicas, cuando vi mi primera obra: que era realmente como la maqueta, pero un grande y me metía allí debajo de aquellas vigas porque todavía se estaba haciendo… Es un momento que no se me olvidará jamás.
Después, intentaba transmitir esa sensación (que para mí había sido tan potente) a la infancia y a través de construir con la gran escala, porque yo creo que la gran escala tiene un valor añadido frente al juguete doméstico, que suele ser un juguete pequeño evidentemente por un serie de condicionantes: que no puedes meter en una casa cosas muy grandes y, además, la economía de mercado, que lleva a vender cositas pequeñas familia familia.
El juego grande, que nosotros lo tenemos bastante estudiado, abre otro tipo de posibilidades y probablemente está más orientado a los centros educativos, a los museos, a los centros de cultura, centros cívicos, etc.
De hecho, por eso, Sistema Lupo se pone en los museos y luego se fue adquiriendo toda esta evolución a los colegios y centros educativos.
La relación entre el juego el juguete y el aprendizaje está más que clara pero, ¿Cómo podría ser la relación de un adulto en el entorno de juego? Es decir, imagino que un juguete a gran escala que te hace ocupar espacios construidos diferentes o colectivos, como bien has dicho, harán que también los adultos, a través de sus hijos, formen parte de este proceso de juego.
¿Es el aprendizaje y el juego también para el adulto?
Eso es un temazo: nosotros, cuando empezamos a hacer nuestros talleres con familias, los participantes nos empezaron a pedir más participación. Entonces, se nos abrió ahí un melón que era la participación de adultos.
En la participación de adultos entran muchos temas: entra el juego, claro, cómo acabas de mencionar ¿por qué? pues porque, al final del juego, el juego a todos nos gusta: el juego es un momento en el que uno parece que pierde la relación entre lo que es broma o lo que es serio, pero realmente de ese mundo híbrido salen muchas ideas y es muy bueno para aglutinar los procesos de participación y de comunidad.
Nosotros, después de años haciendo esto, nos dimos cuenta de que habíamos generado, sin quererlo, sin proyectarlo, una comunidad. En torno a aquellos programas de arquitectura para la infancia habíamos generado una comunidad con las familias que venían siempre.
Nos reclamaban más participación e incluso nos insinuaban a qué tipo de personas a dónde podríamos invitar a qué tipo de técnicas porque querían saber sobre cestería o, qué sé yo, saber sobre arte y entonces, nosotros, generamos lo que se denomina una comunidad de conocimientos: allí había desde directores de fábricas que nos suministra material, a periodistas que en un momento dado podían hacer una una nota de prensa, fotógrafos, un payaso, un contador de cuentos…una comunidad.
Y cada uno tenía sus habilidades y era capaz de aportarlas a un proyecto común, entonces fue el momento en el que realmente el Sistema Lupo se abrió a proyectar y a diseñar en equipo: Ahora este mundo de juego y este mundo de diversión, este mundo de aprendizaje lo vamos a transferir también al mundo adulto y entre todos, adultos e infancia, vamos a meternos en proyectos comunes.
La metodología no cambió mucho, realmente era casi lo mismo que se trataba con infancia, pero ahora sumando otra capa.
Si llevamos, por ejemplo, esa esa idea o ese descubrimiento que habíais hecho a través de la práctica a cómo están diseñados los espacios en las ciudades, vemos que hay una ruptura muy grande la infancia y los propios padres: como los playgrounds, donde los niños están metidos en una valla, donde los niños están a salvo porque si salen de ese espacio acotado ya hay peligro. Y los padres están como en una especie de eterna espera: esperando que el niño no termine de jugar para volver a casa.
No hay interacción con los niños, que están dentro del playground: es más bien como de asistencia, no es una participación activa.
¿Cómo integrar a los propios padres en el juego?
El juego que hay ahora mismo en la ciudad está normativizado: que tienes que cumplir con una serie de normas: por ejemplo tienen que indicar la edad del elemento de juego, tienes que separarlos casi por edades o por grupos.
Hay una cultura del miedo, esa cultura de la hiper seguridad, del híper control “que no nos pase nada”: esos pavimentos, y sobre todo los playgrounds, no son nada potenciadores de la exploración. No los puedes transformar, les falta el punto experimental del juego.
No puedes llegar a un playground y empezar a cambiar las cosas porque realmente los movimientos que te permite están muy capados: puedes girar una rueda, avanzar, balancearse, etc. Pero ni puedes excavar, muchas veces porque el pavimento no permite, ni puedes mover cosas ni romper nada, por supuesto.
Puedes hacer lo que el elemento del juego te permite, qué es lo que está dentro de la una edad acotada. Ese tipo de cosas pedagógicamente tienen una repercusión: estás limitando muchas de las de las capacidades de la infancia, y esas capacidades que aparecen al romper una rama al excavar un hoyo en un arenero y todas esas cosas de jugar con las sombras, de jugar con el agua, de mezclar agua con arena, son actividades que están ayudando a la infancia a desarrollarse en ese momento tan importante donde de crecimiento, la personalidad o el hacer cosas entre varios.
Porque muchos de los elementos tienen el problema de que pecan de ser excesivamente individuales y los niños tienen que hacer fila, porque hay muchos elementos de juego que no permiten la cooperación ni que estén muchos al mismo tiempo.
Luego está el elemento del juego que se diseña: un tren, un castillo, si es figurativo o abstracto y este es otro condicionante: si es un barco pirata, es que es el barco pirata claramente. No hay margen a la imaginación porque te lo están dando todo masticado.
No es una estructura abstracta que en un momento dado te permite algo simbólico, muchas veces lo que es ese y tienes ahí en su color y forma de verdad.
Los colores, las texturas, el punto de abstracción o del figurativismo que te permita el juego simbólico de una o de otra manera en la imaginación.
El otro día estaba leyendo una entrevista a Juan Manuel Gil, un profesor de Instituto de Almería que ha sacado una novela recientemente que se llama Trigo Limpio y habla mucho de su infancia en un barrio periférico de Almería, y dice en la entrevista una cosa que me resulta muy simpática: dice que “en ese olvido los chavales del barrio teníamos que divertirnos y sacar adelante los días de verano en un sitio donde había pocos parques o pistas polideportivas. Lo más parecido que teníamos era un descampado. Imperaba la ley del descampado, porque un descampado no era nada pero lo era todo: un campo de fútbol. un parque o un lugar donde peleas”.
El espacio no estructurado, tiene una potencialidad brutal, y yo creo que muchos de nosotros jugamos en esos descampados: espacios urbanos sin ejecutar.
Frente a mi colegio de toda la vida en Asturias yo tenía un área que no estaba desarrollada todavía y que estaban allí los montones de un suelo muy arcilloso, que con todo lo que llovía allí el agua iba haciendo sus surcos y sus estructuras.
Para mí, aquello era como el Colorado: salir de clase e ir a aquel espacio donde pasaba de todo y que se iba cambiando, porque a medida que iba lloviendo el suelo arcilloso se iba modificando.
Esos espacios que aún no están preparados para nada, que son espacios no estructurados ni preparados, son buenísimos para la infancia: es muy distinto cómo se ha criado un niño en el campo, que puede contar simplemente con un lugar en el que haya tierra, piedras y palos a cuando trasladamos esa experiencia al espacio urbano donde faltan tantos espacios.
No es que un descampado sea un espacio natural, ni mucho menos, pero de alguna manera tiene ese punto de no ser un espacio manipulado por el hombre en términos constructivos. Casi es un pliego en blanco.
El niño tiene unas capacidades diferentes y unas posibilidades y una relación con el ambiente distinto en la comunidad es la que realmente marca la diferencia porque yo estamos constantemente trabajando en colegios vemos mucha diferencia entre trabajar en ámbitos rurales y ámbitos urbanos pero más que en el niño en sí en los intereses y en como relación al niño con el ambiente en cómo funciona las comunidades rurales una comunidad mucho más predispuesta a la colaboración es mucho más próxima que una comunidad urbana que tiene mucho más al individualismo y eso se acentúa dando por hecho que tanto unas como otras en el siglo que estamos es muchísimo más individualistas que lo que se encontró.
Un niño rural de hoy en día no es un niño rural de los del siglo pasado porque está conectado en redes e incluso tiene déficit de naturaleza, aún viviendo en un ámbito rural, pero le está ayudando una comunidad más próxima.
El otro día un artículo de Sabrina Gaudino, sabes que Sabrina escribe mucho sobre el tema urbano, el proceso participativo y también sobre el conflicto y ella habla del conflicto como una oportunidad para romper ciertos sistemas establecidos y hacer apropiación.
Define la ciudad como un proceso basado en estados de equilibrio y el conflicto, como una oportunidad para activar nuevas formas de apropiación. Antes, cuando estabas hablando de los espacios de juego, decías que hacía falta que te dejaran explorar.
¿Cómo se puede abordar la ciudad desde esos espacios que permiten el conflicto como los vacíos urbanos?
¿Cómo se puede integrar a la infancia con voz propia en esa conquista urbana?
El espacio urbano, que es un espacio de conflicto por naturaleza porque es donde nos tenemos que poner todos de acuerdo y es donde hay que resolver estos conflictos y de dónde aparece y está la riqueza, como dices.
Nosotros, ahora mismo, tenemos varios proyectos en los que estamos trabajando una cosa que es el conflicto y otra cosa que es la gestión de recursos. Es decir, el problema de lo que está pasando con que cada cosa está encerrada en su sitio: y aquí están los niños, aquí están los mayores, y aquí está la universidad, y aquí está la zona de trabajo, etc
Ahora, que estamos en procesos pandémicos de crisis generalizadas, de escasez de recursos y hay que compatibilizar los recursos y hay que intentar que todos usemos lo de todos y muchas veces, no compartir, evitamos el conflicto.
Pero si no hay medios y no podemos estar haciendo dos cosas al mismo tiempo y tenemos que utilizar los recursos que tenemos, y tenemos que compartir, los tenemos que gestionar: ese conflicto lo va a haber.
Nosotros estamos ahora mismo en varios centros, con este problema de, por ejemplo, la apertura de los escolares fuera del horario para que todo el pueblo se pueda aprovechar de las pistas deportivas o los espacios que estén en el patio y que estén al servicio de la comunidad pero claro eso también puede generar problemas de vandalismo y que cuando se abren o cuando llegan por la mañana los niños se encuentra en el patio hecho una pena.
Eso es un temazo en el que se está trabajando ahora mismo muchísimo, porque por un lado necesitamos meter el verde en los patios (generalmente los patios son patios que se han ido asfaltando y que es donde la naturaleza ha ido desapareciendo en virtud de las políticas de bajo mantenimiento) y por otro por otro lado tiene esa dureza, y esa cosa también genera una acción complementaria, un posible uso complementario al espacio urbano y vacíos y oxígeno: porque el patio escolar al final es un espacio de vacío que, en función de la densidad del núcleo del barrio de la zona donde se inserte, puede ser muy útil.
Hablando del centro educativo, quiero comentar un poco vuestro proyecto en escuelas públicas:
Mestra de Obra. ¿Nos podrías hablar un poco de cómo es el proyecto de transformación de los centros educativos a través de la participación de los propios niños en el diseño de su espacio?
Después de años haciendo los talleres de arquitectura y viendo toda esa capacidad de la que hablábamos al principio de transferir conocimientos y competencias a través del juego, un día nos dijeron: “Oye, pero ya que estáis haciendo esto, (y “esto” es una pedagogía activa de las que ahora realmente interesan en el mundo de la pedagogía y el mundo de la profesores) ¿por qué no venís al colegio a compartir esas experiencias?
Cuando entramos en los colegios nos dimos cuenta que había cambiado una cosa fundamental: el ambiente. Nosotros estábamos acostumbrados a los museos y de repente entrábamos en unos espacios que son los colegios públicos, que son infraestructuras envejecidas (a veces, hechas una pena), con problemas que se han ido solapando.
De comedores que nacen de antiguos gimnasios o de antiguos patios o ascensores que aparecieron cuando se necesitó hacer aquello accesible, etc. Una serie de “chapuzas” superpuestas unas sobre otras, sin ideas generales de proyecto.
Lo que hicimos fue crear una segunda línea, que realmente ahora es la que nos tiene a tope. Esta línea consiste en el espacio propio educativo que, constantemente vamos a utilizar como espacio pedagógico: vais a poder aprender, vais a poder hacerle un análisis completo y utilizar las metodologías que usamos los arquitectos: análisis, proyecto y acción.
Lo que implementamos fueron unos mecanismos para trabajar con la comunidad educativa a todos los niveles desde la formación: a profesores, a familias con niños y niñas (que es con lo que estábamos trabajando), y luego con las administraciones y con empresas locales; con todo aquel que pueda aportar algo.
Por eso es tan importante lo que comentaba antes de la comunidad, porque nosotros lo que hacemos es fortalecer comunidades. A veces tenemos que crearlas o fortalecer las que ya están en marcha y darles un objetivo para poder ayudarles en ese proceso.
Las familias cada vez miran más a qué colegio llevar a las niñas y niños; qué proyecto educativo se está llevando en los centros. Cosas que antes ni se planteaban, porque ibas al colegio que te tocaba y damos por hecho que el proyecto pedagógico era el correcto. Ahora mismo las diferencias son muy grandes.
Una de esas intervenciones en colegios es en el CEIP Ortigueira.
Me gusta mucho una acción que hay que es un agujero gigante que atraviesa una pared y que venía porque los niños querían poder verse mientras estaban subiendo por la escalera o algo.
Ese es un centro que llega como prototipo del año 27, desde la Institución Libre de Enseñanza con la idea de mejorar la sociedad a través de la educación. Es decir, se generan una serie de prototipos para hacer escuelas, y en función de la climatología el arquitecto se encarga de hacer todo desde un punto de vista pedagógico.
Es completamente pionero desde un punto de vista arquitectónico y estilístico. Aparentemente es algo historicista y, sin embargo, pedagógicamente es algo súper contemporáneo: donde las ratios de iluminación natural, de ventilación por niño, etc.
Para nosotros, poder actuar en el CEIP Ortigueira, un edificio era un símbolo de lo que pretendíamos ya fue una cosa maravillosa y fuimos haciéndolo por año y seguimos en esto desde hace ocho años por lo menos, y seguimos transformando.
Hay que esperar. Osea, se necesita tiempo: un proceso de transformación no se hace express. No existe, eso no existe.
En este proyecto, la intervención en el CEIP Ortigueira se han hecho desde ampliar el aseo en la relación de infantil hasta ampliar un ala y hacer un foso, a hacer conexiones entre el aseo y el aula a través de sus huecos y toboganes o hacer un butrón debajo de una escalera.
Me pregunto, llevándolo a la escala urbana de nuevo:
¿Cómo pueden ser esas conexiones que hemos visto que están faltando entre los espacios de juego?
Eso nos puede llevar a hablar del recorridos seguros y el conocimiento del entorno (el histórico y el actual). Por ejemplo, llegar con recorridos seguros al centro educativo reduce el número de desplazamientos a través del uso del vehículo. En este ámbito también estaría incluido el transporte público y todos los procesos de gestión de residuos.
Acabamos de hacer una acción esta misma semana en A Coruña, en la playa, que es el espacio urbano menos trabajado desde el punto de vista urbanístico, porque ahí no se puede hacer nada.
Hicimos una serie de actividades e invitamos a las familias: ya que no podíamos transformar lo que queríamos transformar de nuestras plazas urbanas (porque tenemos problemas con Patrimonio), decidimos convertir la playa en un espacio de juego gigante, moviendo arena con máquinas de tiro, moviendo metros cúbicos de arena.
En ese mismo sentido, vamos a hacer una intervención que consiste en llevar las boyas que marcan las zonas de playa de bañistas, en una playa de las más populares que hay en Cádiz.
Esas boyas, que no se utilizan durante todo el invierno, nos LAS hemos llevado al cole, hemos creado un arenero y hemos pasado ese espacio urbano (la playa, que parece que sólo se puede utilizar en las temporadas de verano) al colegio.
Es como democratizar o universalizar la playa: puedes traerte parte de esa playa al colegio, y el colegio puede jugar con arena y con boyas, que son elementos de gran escala que permiten el juego.
Ahora, lo que nos están pidiendo los bañistas y la gente de la playa es que, en vez de utilizarlas para marcar las zonas de baño, que también existan dentro de la playa zonas de juego: que exista esa relación, dentro o fuera, del espacio educativo con espacio público.
Evidentemente, hay zonas del espacio público más permeables hay zonas que lo permiten con más facilidad que otras, pero es todo cuestión de darle a la cabeza e intentar sacar soluciones imaginativas. Por ejemplo, el proyecto de las boyas es coste cero.
Sí, he visto los videos y los niños están totalmente locos con esa ampolla, rodando sobre ella.
Al ser más grandes que ellos, y tan ligeras, las consiguen volcar y eso les genera una interacción distinta. Son elementos que no están diseñados para el juego, pero son perfectamente adaptables. Además, tienen buen sonido y hacen efecto tambor.
Estamos todo el rato hablando de la infancia, pero creo que muchas veces dejamos a un lado la adolescencia. Igual que estamos hablando de que la infancia necesita lugares de exploración, recorridos seguros, espacio de interacción con los adultos, etc. Nos encontramos que la adolescencia es un momento en el que se está haciendo más un descubrimiento interno, y lo que buscas un espacio más de intimidad o de alejarte de los que son más chicos.
Por ejemplo, el adolescente muchas veces utiliza rinconcitos de la ciudad donde siente que puede crear su propio universo.
¿Cómo crear espacios para la adolescencia en la ciudad?
Es evidente que ocurre esto que dices y que buscan esa intimidad, que también la buscan los pequeños, pero los pequeños no se les da y punto, pero los adolescentes se la toman.
La intimidad la queremos todo de alguna manera. Todos queremos intimidad y, de hecho, en los procesos participativos, cuando pides ideas, muchas veces sale la zona libre de adultos o la zona íntima por los jardines, como laberintos.
La adolescencia ya empieza a buscar esa independencia: esa búsqueda también personal en ese momento en el que todos están buscando algo que no tienen muy claro.
Otros quieren ver posibilidades para su futuro inmediato y, entonces, se les puede plantear alternativas en diferentes campos. En un mundo de incertidumbres como éste, donde las universidades se han puesto de moda en la doble titulación (que todavía genera más confusión), aquí se trata simplemente de que experimenten dentro del arte, de la escritura, de la ciencia, botánica, etc que les puedan servir a en esa búsqueda personal de un futuro ligado algo que realmente les pueda interesar.
Hay un proyecto, que tú llamas “El Camello” (no sé realmente cuál es tu nombre oficial): por poner un poco en contexto, se trata de la restauración de un antiguo vagón de tren, adaptado como un espacio de coworking, pero básicamente es un espacio de estar en equipo con un punto un poco adolescente. Me gustaría que contaras un poco el proceso de ese proyecto de rehabilitación: la alteración de un elemento para dar un espacio de intimidad y de equipo a la adolescencia; pero también de cómo ese proyecto interactúa con la comunidad.
Fíjate, yo creo que ese proyecto condensa todo lo que estamos hablando porque comprende la gestión de recursos, espacio público, los juegos e incluso se inserta dentro de un plan general de rehabilitación de una zona urbana abandonada, que era una antigua estación de ferrocarril
Lo que se hace es un plan director, pensar “¿Cómo podemos llenar de vida este espacio?” porque tiene unos valores tremendos: son grandes explanadas de adoquines de granito, que podrían servir para muchos actos, para conciertos, con los típicos pabellones de aseos que hay en las estaciones, etc. con lo cual se pueden montar grandes eventos.
Además de los aseos de apoyo, también hay naves industriales y la antigua casa de la estación.
En mitad de todo eso, aparece esta pieza que es un tren que nos dona el Museo del Ferrocarril, que es un tren abandonado en una estación, en otro pueblo distinto.
El plan director se hace realmente real a través de una gestión por fases, para que se pueda realizar. Todo esto que hablo realmente lo hemos hecho.
El caso de “El Camello”, fue el primer tren motor de los años 80 con aire acondicionado (por eso se llama “camello”, porque esas dos jorobas son los equipos de aire acondicionado) vino a través de una ayuda europea para la fijación de población en el rural, es decir era un proyecto para promover que jóvenes de ámbitos rurales tuviesen un espacio tanto para trabajar, como para exponer sus proyectos y darles visibilidad.
Pero, cuando estamos hablando de los elementos del juego, hay que tener en cuenta el ambiente. “El cabello” y lo que le rodea.
Está en un sitio increíble, es un espacio periférico del núcleo, con lo cual un espacio de juventud y un espacio de activación a través de los recursos que se van encontrando.
Ahora, se abren estos centros de coworking, viveros de empresas que tienen una temporalidad. Es decir, las empresas pueden estar allí un máximo de dos años de tres años.
El nuevo tren tiene tres estancias de 20 metros cuadrados cada una: la primera es un auditorio; la segunda es una zona de trabajo; y, la tercera, es una zona de reuniones.
Por continuar con la línea de edad, que hemos ido in crescendo. Tu eres profesor universitario en la IE ¿Cómo aplicas los aprendizajes de tus propios proyectos en la metodología enseñanza como profesor universitario?
Cuando planteo proyectos a mis alumnos, yo les digo que tienen que investigar. Que tienen que saber, entrar en profundidad en el tema que estemos trabajando. Y, luego, que piensen como si lo tuvieran que hacer. Que proyecten pensando en que lo van a hacer: cómo se mete el tornillo y cómo se galvaniza, etc.
Yo doy clases de construcción: yo les digo que no que no intenten resolver el detalle constructivo como si fuese estático.
Estamos en el final de ésta Arquitasa_TALKS y quería preguntarte un par de conclusiones finales:
¿Qué crees que aporta más valor a ese proceso de aprendizaje?
Yo creo que el valor deriva de la relación entre la teoría y la práctica, el learning by doing. La aporta un gran valor a esa ese aprendizaje.
Respecto al espacio público, como es un espacio que afecta a mucho todo, tiene que ver con lo ambiental, lo social, el diseño urbano y la política.
Tienen mucho valor todos estos grados de paisajismo, educación ambiental, ingeniería adaptada al espacio urbano, la arquitectura del espacio urbano mezclada con sociología y con política es la combinación perfecta.