Guy Debord, a través de la internacional situacionista, planteó una forma de cuestionar la vida cotidiana liderando caminatas urbanas sin un objetivo específico. Estas derivas situacionistas contenían, en el fondo, mucha de la doctrina desarrollada por Walter Benjamin que tenían que ver, a su vez, con la poesía de Baudelaire, dónde gran parte del propósito radicaba en plantear un cuestionamiento a la manera de vivir de entonces, afianzado en una teoría política marxista que entonces ya esclarecía una gran potencia del ejercicio ciudadano como expresión política.
A lo mejor, este es el germen, que pervertido, ha llegado a los concejales de urbanismo.
El caso es que las derivas situacionistas, en su afán de subvertir la cotidianidad y homogeneidad urbana, proponían objetivos transversales que salían de una lógica razonable, planteando así, una relevancia de elementos u objetivos aparentemente intrascendentes; seguir el trayecto de un perro callejero, asumir la lógica de la gravedad a través de “ser una gota de agua” atravesando la ciudad, seguir el trayecto de elementos compositivos del paisaje urbano; un color, un olor, una nube, etcétera.
Planteado de esta manera, todo esto atendía a un elemento fundamental de la tríada que posteriormente planteará Henry Lefebvre y qué, desde un punto de vista que revolucionará la forma de comprender las ciudades desde las ciencias sociales, abriría así la diferenciación entre la ciudad representada y la ciudad vivida. Justamente, uno de los valores que nos legó esta importante y experimental época fue la forma de representar la experiencia en la ciudad.
Más allá de que los protagonistas pretendían que estas caminatas fueran una puesta en escena donde primaría la experiencia en tiempo real, sí que encontraron la necesidad de registrarlo. Estos paseos pasarán a llamarse derivas psicogeográficas, puesto que su forma de registro consistió en unos apuntes emocionales que hacían referencia al territorio. Pequeños trozos de ciudad en los que la relación que se marcan los unos con los otros no es geográfica sino emocional. De esta manera, se desarrolla una bitácora de la experiencia que, por otro lado, es un tratado de la influencia que el entorno construido, es decir, la ciudad misma ejerce sobre cada individuo. A esto, justamente, se le dio el nombre de psicogeografía.
Con este evento no solamente se marcó el acto poético y artístico del situacionismo, sino que se dio inicio a una subversión que tiene que ver con el poder y que representa en gran medida al post estructuralismo, permitiendo que por primera vez el poder hegemónico deje de controlar la expresión cartográfica y que cada individuo sea capaz de protagonizar su propia experiencia.
Según el mismo Debord (que a propósito de todas estas experiencias desarrollará la teoría de la deriva) este acto subversivo y poético liberó a la calle y a las plazas de una experiencia eminentemente funcional y las dotó de una característica de escenario experiencial que, después, pasará a potenciar la experiencia de los ciudadanos en su entorno abierto, continuando con el gran contraste que tendrá siempre el interior de su privacidad hogareña.
La morfología urbana es una disciplina que procura comprender y referenciar la forma de lo urbano, como una herramienta de la comprensión de sus lógicas y sus dinámicas. Su referencia fundamental ha sido siempre en una vista cenital, a lo que los arquitectos solemos llamar vista en planta y desde donde lo que se ve, como tal, es una visión muy limitada de su realidad.
Y, si bien cada día son más comunes los equipos multiprofesionales en las intervenciones urbanas, esto ha provocado que profesionales con miras bastante más sociales, humanas y transdisciplinares demanden mejores formas de registrar las dinámicas urbanas. Tanto es así que, con asiduidad, cartografías que proponen, someras referencias geográficas, con reflexiones o apuntes que se corresponden a contingentes de mucha potencia desde la realidad a pie de calle, proporcionan visiones que permiten comunicar, impactar o reflexionar con variables con las que, en principio, no solíamos considerar.
Muchas de estas imágenes o registros son claramente mapeos, una mezcla de gráficos, como mencionaba antes, con referencias geográficas, que nos permiten tener información ubicada, una instancia en la que sobre todo se logra una relación de lo cuantitativo con lo cualitativo.
Por otro lado, está la facilidad tecnológica para levantar la gestión de datos. Hoy por hoy, no es una complicación el uso de dispositivos digitales de recopilación y gestión de información: la mayor parte de instrumental lo llevamos en nuestro propio móvil, pero están también por otro lado gráficas en las que podemos abstraer determinadas capas de la ciudad y, a través de esas ausencias, podemos entender sus dinámicas.
Indice de contenidos
Cartografía de Roma
El Laboratorio Stalker (95), en Italia, propuso caminatas sobre los espacios vacíos de Roma. Esto daría origen a las investigaciones con las que, años después, Francesco Careri redactaría walkscapes como conclusión de su tesis doctoral. En ello, Careri es enfático en dos cosas; la primera, que un mapa es sentido, que grafica dónde ha estado su cuerpo y, la segunda, que hace referencia a las amnesias urbanas, las zonas de la ciudad olvidada o desconocida. Pienso que una labor cívica es descubrir lo que se oculta.
Stalker pinta Roma en planisferio como archipiélagos de islas; los espacios recorridos, dónde ha estado su cuerpo y, como el inhóspito mar donde se puede viajar a la deriva las zonas baldías y las partes de la ciudad no explorada.
Este recurso, como dispositivo de investigación o representación del territorio, tiene mucho de fractal, de complejidad y sobre todo de la sensibilidad abstracta y relacional: una capacidad de análisis y síntesis que permite concluir aspectos que pueden ser investigados para dotar de características cuantitativas que siempre refuerzan las percepciones cualitativas. Lo que, probablemente, se puede definir como actividades de mapeo.
Cartografía de Valencia
La siguiente imagen se corresponde a una etapa de estudio del Plan verde y de la Biodiversidad de Valencia, específicamente un propósito de mostrarlo justamente con un concepto de archipiélago verde y que sería objeto didáctico expositivo, que al estar representado con la ausencia de “lo construido”, refuerza la imagen de archipiélago, invitándonos a pensar y rememorar la teoría de Darwin en las Galápagos y la forma de conexión biológica que permite que las especies salten de una isla a otra, por obvia proximidad, agente que es aliado a distintas formas de migracionalidad.
De hecho, y especulando, es probable que la predominancia de determinadas especies esté en relación con su proximidad, en este caso entre islas, y desde un sentido de estimulación y conservación, podríamos pensar incluso en el tratamiento de pequeñas estaciones intermedias entre ellas que coadyuven los factores que favorecen dicha migracionalidad y, ya lo veremos, que todo ello seguirá siendo parte de este estudio.