Aprender a construir una casa

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Los lugares significan los hechos que han sucedido, las personas que lo han habitado, recorrido o construido. Un lugar se queda en la memoria porque algo nos enseñó, nos descubrió o nos hizo vivir. Todo acontecimiento tiene un escenario, un recuerdo refiere también un lugar. Pensad en vuestra infancia, ¿cuál es el primer lugar que recuerdan? Todos los recuerdos tienen un refugio, yo recuerdo mi casa. La casa es el primer lugar que habitamos, sea como sea ese lugar, queda fijado en la memoria como el primer espacio de interacción y experimentación, así que este espacio tiene cierta importancia e influencia en nuestro desarrollo perceptivo, psicomotor y social.

Hablar de la casa en este post me llevaría a repasarles la historia de la vivienda y sería uno de los caminos que tomaría en vista de mi interés por la teoría de la arquitectura, pero no creo que estas líneas soporten semejante extensión ni ustedes aguanten el ladrillo. Pues bien, hablando sobre la casa y la memoria, les quiero compartir el recuerdo de mi primer día en la escuela de arquitectura en la clase de Taller de Diseño I. El profesor, luego de una breve presentación, nos pide escribir en un papel que respondamos a la pregunta: «¿por qué elegiste estudiar arquitectura?». Supongo que a todos os habrán hecho esa pregunta en la facultad, quizá también os la habéis hecho varias veces durante vuestro recorrido profesional, para bien o para mal. La pregunta parece simple pero la respuesta no tanto, aunque si estabas en la escuela de arquitectura seguramente tenías la respuesta, lo interesante sería reunir esas respuestas y leerlas hoy, después de varios años de carrera. Mi respuesta retórica fue: «Para aprender a construir mi casa». Las respuestas quedaron de incógnito ¿era una forma de evaluación para analizar el perfil de los párvulos universitarios?, quién sabe.

El caso es que después de unas semanas y en relación a un trabajo de investigación sobre tipologías de vivienda y formas de construcción el profesor nos incita a reflexionar sobre las viviendas de la “ciudad informal”. Os recuerdo que para entonces era un tópico total referirse a estos barrios o favelas como asentamientos al margen de la ley urbanística, que si bien taxativamente lo son, el concepto resonaba peyorativo quizá por la falta de documentación o experiencia en el tema. Sin embargo, después de un tiempo los años de interés, trabajo e investigación en estas “nuevas formas de ciudad” nos han capacitado para comprender su complejidad y considerarlas como nuevas formas urbanas, porque no hay nada más lejos de lo informal que la profundidad y diversidad socio-constructiva de los barrios y del sistema de autoconstrucción de viviendas en las favelas. Entonces, nos pusimos a analizar cómo se construían estas casas, que en Latinoamérica se denominan popularmente “ranchos”, y no son los ranchos a lo Texas ni una granja de cuadrúpedos, tampoco es exactamente como lo define la RAE «choza o casa pobre con techumbre de ramas o paja, fuera de poblado», pero se acerca bastante al modo genérico para describir una construcción espartana en cuanto acabados y que está desconectada de la red de infraestructuras y servicios urbanos. Una cosa es ver los barrios desde fuera y otra distinta vivirlos, conocer sus intrínsecos, abordar cada casa, cada “rancho” y verificar cómo acoplaron los ladrillo y como forjaron su estructura.

Aprender a construir una casa

Quienes habitan en barrios saben muy bien lo que significa sobrevivir y tener que buscarse la vida como sea, esta gente vive en comunidad y cada barrio, cada favela es una gran comunidad que suma el saber hacer, el arte y oficio de todos, lo que ahora resuena como el paradigma de la “inteligencia colectiva” ellos lo aplican desde siempre. El caso es que muchos habitantes del barrio son albañiles, trabajan en la construcción y muchos aprenden o dan una mano a una familia para levantar su casa. En esa experiencia descubrí ingeniosas formas de encofrado con sobras de otras construcciones, acabados internos hechos con el mimo del esfuerzo que quiere superar lo precario, se trabaja más el acabado interior que el exterior que no es más que una forma de gestionar el presupuesto, que al mismo tiempo desvela la bondad honesta del material a cara vista; además, el trazado del propio barrio y la adaptación natural a la topografía como la resistencia a la indolencia de un sistema político y económico decadente. El caso es que yo no soy quién para hacer poesía sobre la dureza de la vida en una favela, pero cuando veía esas imágenes y las comparaba con la imagen de lo que veía desde fuera, desde la supuesta ciudad formal, me confrontaba también con lo que sabía sería la carrera de arquitectura, pensaba en la respuesta que había dado a aquella pregunta y me dije que quizá había sido demasiado pretensiosa. Lo de la pretensión en arquitectura es como un oxímoron, dos conceptos opuestos pero que casi siempre los encontramos juntos en la profesión, algo contradictorio, porque la arquitectura es un servicio.

Analizando el proceso histórico de muchas ciudades en cuanto a desarrollo urbanístico y habitacional y observando cómo van las cosas en el mundo y en el mundo de la arquitectura (irónico pero real), parece que, de forma simplificada, el concepto de vivienda se ha convertido en una medida de representación de productividad y negocio, el fracaso está al otro lado de la verja, esa delgada y frágil línea que separa realidades que pueden cambiar de un momento a otro. Todo el mecanismo de producción y acceso a la vivienda es un juego muy macabro que pone el valor de una necesidad básica muy cerca de la cúspide de la pirámide del mercado financiero. Esto es así al menos en las grandes urbes y si se puede acceder al mercado nos encontramos con particularidades como las mejores prestaciones para los que puedan permitírselo, y no estoy hablando de lujos, sino de metros cuadrados, distribución, calidad espacial y paisajística. Casa, según la RAE, tiene dieciséis significados que tienen que ver con aspectos de lo material y un poco de lo social, pero parecieran estar desconectados de todo el sistema y la infraestructura que soporta la casa, de la vivienda, se trata básicamente de lo económico, lo político y de una amplia variedad de aspectos sociales.

La Barraca, casa típica de la huerta valenciana. El Palmar, Valencia. Fuente: archivo personal.

La Barraca, casa típica de la huerta valenciana. El Palmar, Valencia. Fuente: archivo personal.

¿Cuántos de vosotros habéis podido construir vuestra casa? Ojalá la mayoría haya podido al menos adquirirla ya construida, jugar a reformarla o amueblarla, no sé si estos casos valgan para lo mismo que la respuesta que di en ese momento, pero la metáfora se ha entendido. Muchas veces lo construido es relativo y un concepto puede tener distintas formas de representación.

«La casa es nuestro rincón del mundo», «todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa, «vive la casa en su realidad y en su virtualidad, con el pensamiento y los sueños». Estas frases son del libro «La poética del espacio» de Gaston Bachelard, las traigo aquí porque creo que pueden ser útiles para seguir reflexionando sobre la casa, desde ese lugar (el que sea) que consideréis vuestra casa, incluso en sueños.

Sabrina Gaudino Di Meo | Arquitecta | @gaudi_no